Por Natalia Aruguete
El economista Bernardo Kliskberg sostiene que hay que diferenciar el crimen organizado de la delincuencia juvenil, porque la segunda tiene otro origen, con base en condiciones socio-económicas. Destacó en diálogo con Cash que se debe al desempleo joven, que dobla el desempleo general, y en las “trampas de la pobreza”, que se expresa en hogares hacinados, vulnerabilidad sanitaria y familias destruidas. El asesor de la ONU y de varios gobiernos latinoamericanos también mencionó como causa de ese problema la alta deserción escolar debido, en parte, a la temprana inserción en el mercado de trabajo: dieciocho millones de chicos menores de catorce años trabajan en América latina. Para abordar esta cuestión, en la semana que acaba de concluir, se celebró en Montevideo el Primer Seminario Internacional para discutir el rol de los medios como formadores de opinión en relación con la seguridad ciudadana.
–Hay una pelea silenciosa en América latina respecto de cómo enfrentar la inseguridad ciudadana. El porcentaje de delitos creció: el número de homicidios cada cien mil habitantes en la región es el doble que en 1980. La población tiene derecho de sentirse alarmada y exigir respuestas.
¿Entre qué visiones se da esta pelea?
–Entre la “mano dura” y un “enfoque integral en materia de seguridad”. La mano dura predomina en una serie de países de América latina. Ese camino puede conducir a un empeoramiento del problema con implicancias regresivas en el campo de la democracia, de los derechos humanos y de la calidad de la sociedad en que vivimos.
¿Por qué?
–Significa enfrentar el delito aumentando las medidas punitivas, movilizar a la policía como representante principal en la lucha contra el delito, bajar la edad para poner presos a los chicos, reducir al mínimo las garantías judiciales, aumentar las penas y hacer un gasto en seguridad mayor aún al actual. Se habla de privatizar parte de la acción de la sociedad en materia de seguridad, encomendándosela a grupos privados. Esas recetas no han logrado hacer retroceder un ápice los niveles de delictividad. Por el contrario, han aumentado. La mano dura comete el error garrafal de mezclar los distintos tipos de criminalidad.
¿Cuáles son las diferencias?
–Hay por lo menos dos grandes tipos de criminalidad. El crimen organizado irrumpió en América latina: las bandas de narcotráfico, del secuestro, la trata de mujeres y niños, el juego clandestino. Un factor de regresividad pura. El crimen organizado debe ser enfrentado con todo el peso de la ley. Pero la mano dura mete en la misma bolsa al crimen organizado y la delictividad juvenil.
¿Cómo caracteriza la delictividad juvenil?
–Empiezan con delitos menores y pueden ir escalando. Hay un panorama alarmante de pandillas juveniles con distintas expresiones en las distintas realidades. Uno de los puntos más elevado es el de las “maras” centroamericanas, donde hay trescientos mil jóvenes.
¿Cuáles son las razones de este fenómeno?
–Hay tres que son centrales. Primero, la tasa de desempleo juvenil promedio dobla la de desempleo general, uno de cada cinco jóvenes está desempleado en América latina. El desempleo y la delincuencia joven tienen relación directa. Segundo, los bajos niveles de educación. Un gran porcentaje deserta aunque la escuela sea gratuita, porque vienen de las “trampas de la pobreza”: viven en hogares hacinados donde han recibido una mala nutrición, son vulnerables en términos de salud, la familia está semidestruida y tienen que trabajar desde muy chicos. Dieciocho millones de chicos menores de catorce años trabajan. Sólo uno de cada dos chicos pobres termina la escuela secundaria y uno de cada cien termina la universidad en América latina.
¿Cuál es la tercera causa?
–La tercera correlación es entre familia desarticulada y delincuencia. Según la Cepal, en Uruguay dos terceras partes de los delincuentes jóvenes vienen de familias con un solo cónyuge al frente. Cuando la familia se desarticula. Las recetas ortodoxas de los ‘90 aumentaron la desocupación, especialmente la juvenil (en 2002, el 75 por ciento de los jóvenes argentinos estaba desocupado) y agudizaron las brechas en materia educativa (en el diez por ciento más rico hay más de doce años de escolaridad promedio y cinco años en el cinco por ciento más pobre). Las políticas ortodoxas son políticas “matafamilias”: al desatar estímulos salvajes en el mercado de trabajo, producen jornadas dobles o triples de trabajo y destruyen las instituciones protectoras que a su vez protegen el equilibrio familia-empresa.
¿Qué postura se opone a la mano dura?
–La que plantea políticas de inclusión social para debilitar el crimen organizado y bajar la tasa del delito. En los países y ciudades del mundo con más éxito en enfrentar el delito hay programas muy masivos de inclusión social. En los países nórdicos la tasa de homicidios es menor a uno cada cien mil habitantes. En San Diego y Boston hubo una articulación entre el alcalde, las organizaciones sociales de base, las organizaciones religiosas, la responsabilidad de las empresas y la policía de “cercanías”. El sistema de orquestas sinfónico de Venezuela que logró incluir a trescientos mil niños y jóvenes pobres en un trabajo de treinta años. Este enfoque persigue el lavado de dinero, elimina la complicidad policial y trabaja sobre políticas de inclusión: más educación, más familia y más trabajo para los jóvenes.
¿Qué se discutió en el encuentro de Montevideo sobre medios y seguridad ciudadana?
–Los medios, sin intencionalidad pero de hecho, forman a la opinión pública para la mano dura, se hacen eco de que no hay otra alternativa. Ese camino fortalece las causas estructurales del delito. Los medios pueden apoyar la tesis de la mano dura o hacer lo contrario. La reunión se dio en el marco de las Naciones Unidas, quien ha convocado al seminario junto con la Fundación Nuevo Periodismo, de Gabriel García Márquez, y la Agencia Española de Cooperación. Reunimos a cien periodistas de América latina.
¿Por qué cree que los medios optan por la mano dura sin intencionalidad?
–En América latina hay medios que claramente están trabajando por la inclusión social. La resonancia del seminario indica que parece ser necesario darse ese debate. La idea es cuestionar colectivamente cómo, desde un debate de mayor calidad, se puede formar y educar a los mismos medios en la profundidad del tema. Hay una vieja conexión entre el rating y la noticia criminal, que no se da sólo en los países latinoamericanos sino también en los países desarrollados.
¿Qué aspectos están ausentes en las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner en pos de la inclusión social?
–Hay políticas públicas de inclusión activas desde 2002: reducción de la pobreza y de la tasa de desocupación, una ampliación de la inversión en educación, mayor protección social a madres y jubilados. Pero todo eso es muy poco. No puede ser que la Argentina tenga los niveles de pobreza y desocupación juvenil que aún tiene. Y hay un largo camino que recorrer en materia de educación. Yo soy optimista: si logramos reforzar la calidad del debate, vamos a recuperar la seguridad ciudadana.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario